El azúcar simple y los problemas de salud mental
Si queremos mantener en estado óptimo tanto nuestra salud mental tanto la intestinal a largo plazo, no podemos obviar los peligros que conlleva la ingesta de gran cantidad de azúcar simple en nuestra dieta.
Por azúcar simple, entendemos el azúcar blanco o refinado, la bollería industrial, infinidad de alimentos como la carne procesada con químicos, el pan, la comida preparada o el embutido. También contienen azúcar simple los refrescos con gas, los zumos envasados y los carbohidratos refinados.
La estabilidad del azúcar en la sangre es de vital importancia para estar mentalmente sanos. Para que nuestro cuerpo no sufra alteraciones en sus niveles de glucosa disponemos de un órgano exclusivamente dedicado a esta función, el páncreas.
Al consumir carbohidratos refinados, estamos provocando una excesiva subida de azúcar y el páncreas ha de esforzarse por poner todos los recursos disponibles para compensar este aumento con insulina.
Cuando basamos nuestra alimentación en carbohidratos refinados (bollería, pastas, harinas refinadas, arroz blanco, etc.) durante demasiados años, acabamos rompiendo el equilibrio de nuestro organismo.
Pero, ¿qué sucede cuando se trunca esta armonía orgánica? Nos acaba afectando a importantes neurotransmisores; los que regulan el sueño, nuestro estado de ánimo, la motivación o el aprendizaje.
También puede provocar cierto descontrol en la conducta, ya que el azúcar acaba inhibiendo nuestros mecanismos de neurotransmisión, es decir, la capacidad de trasladar la información de una neurona a otra, con lo cual la información tarda más en llegar o se pierde. Por tanto, nuestra capacidad de reacción o la memoria puede verse afectada.
Investigaciones recientes, demuestran que el azúcar reduce drásticamente algunas sustancias con las que el cerebro elabora muchos de los neurotransmisores.
Nuestro sistema nervioso aprende a utilizar la glucosa del azúcar simple como combustible. En el hipotálamo hay unos glucoreceptores que se encargan de vigilar y regular la cantidad de glucosa en nuestra sangre.
Si detecta que la cantidad de azúcar en sangre es deficiente, libera azúcar almacenada en el cuerpo y la convierte en glucosa. Pero, si, por el contrario, el nivel de glucosa es demasiado elevado, manda la orden al páncreas para que libere insulina y pueda paliar y metabolizar este exceso anormal de azúcar. Cuando nos pasa esto, estamos obligando al organismo a hacer un sobreesfuerzo constante y lo sobrecargamos.
Además, este cambio brusco de azúcar en sangre puede provocarnos cambios de humor e inestabilidad emocional.
Tras años de consumo de azúcar simple, nuestro organismo va a necesitar mucho tiempo para estabilizar de nuevo el sistema nervioso, el endocrino y los desequilibrios en la conducta. Pudiendo llegar a provocar desórdenes crónicos.
Por tanto, es recomendable que comencemos a crear conciencia de la importancia de modificar algunos hábitos básicos, como, decantarse por la pasta, arroz y pan integral, no abusar de las bebidas azucaradas y sobretodo cultivar el hábito de revisar la etiqueta de ingredientes en carnes, embutidos y demás productos procesados antes de adquirirlos.
Intoxicación por mercurio, el metal silencioso
El mercurio es un metal que puede convertirse en veneno mortal para cualquier ser vivo. De todos los metales es el único que mantiene su estado líquido a temperatura ambiente. Este metal se acumula en los pescados especialmente grandes, como es el caso del tiburón, la caballa real, el pez espada y la lubina, por esta razón, se recomienda reducir y controlar su consumo, sobretodo en mujeres embarazadas.
Pero no sólo a través de la alimentación corremos el riesgo de intoxicarnos con mercurio. Cada vez son más los casos clínicos sobrevenidos por inoculación con vacunas, amalgamas dentales, así como por inhalación de vapores.
En el año 2001, en Estados Unidos, la FDA, emitió una orden para advertir a la gente, especialmente mujeres embarazadas y madres lactantes, de los riesgos para la salud que pueden derivar del consumo de pescados grandes contaminados por mercurio.
El mercurio afecta en mayor medida al cerebro de los niños, el cual se encuentra en fase de desarrollo. Este metal accede mucho más fácilmente al tejido cerebral del pequeño debido a que la barrera hematoencefálica aún no se ha completado.
Algunas investigaciones han logrado demostrar que los bebés expuestos a mercurio, a diferencia de lo que ocurre en el caso de los adultos, se acumula sobre todo a nivel cerebral.
También se debe tener en cuenta que los bebés de menos de 6 meses de edad, no pueden excretar el mercurio, por su incapacidad para producir la bilis, que es la vía de excreción principal de mercurio.
Pero, por suerte no todos los niños tienden a desarrollar las mismas reacciones al mercurio, ya que eso va a depender también, de lo susceptible que sea cada individuo según factores tanto genéticos como ambientales.
Ya sea en el caso de un individuo adulto o no, el mercurio acaba intoxicando cuando se acumula sin dar el tiempo suficiente al organismo para ir eliminándolo. Es decir, cuando la velocidad de exposición es mayor que la de eliminación.
En la mayoría de ocasiones, los efectos o síntomas de la acumulación por mercurio suelen mostrarse de forma tardía, es decir, unos meses después de la exposición.
La intoxicación por mercurio puede afectar de formas muy diversas y difusas a nivel orgánico, pues no deja de ser veneno circulando por todo nuestro organismo. Puede causar daños a nuestras enzimas (no olvidemos la importante función de estas), dificultar los mecanismos de transporte de nutrientes y elementos esenciales para el buen funcionamiento de todos nuestros órganos y sistemas, así como causar daños en las proteínas estructurales que forman nuestros tejidos.
Sin embargo, donde más se hace notar es a nivel cerebral y de sistema nervioso. Ante la presencia de mercurio se detectan niveles anormales de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina, la acetilcolina o el glutamato.
En numerosos casos de niños con autismo se ha podido detectar este desequilibrio en los neurotransmisores, causando problemas de aprendizaje y de expresión oral así como dificultad para entender ideas abstractas o complejas. Estos niños tienden a aislarse, sufren ataques de ansiedad y comportamientos obsesivos/ compulsivos.
También, se dan alteraciones a nivel sensorial como intolerancia al ruido, aversión al tacto o falta de sensibilidad en alguna parte del cuerpo.
Gracias a la kinesiología podemos detectar y diagnosticar este exceso de metales pesados en nuestro organismo. En la actualidad, hay muchas personas y niños con sintomatologías difusas y enfermedades crónicas, cuyo origen no parece estar claro. Considerar la posibilidad de una sobreexposición a mercurio o cualquier otro metal, podría ser de gran ayuda en el tratamiento de la enfermedad.
Relación entre el ADN, el estrés y las emociones
El ADN se establece en el momento de nuestra concepción. Esta información genética es la herencia recibida de nuestros padres que no permanece inamovible sino que está sometido a influencias externas.
El estrés, los traumas y la exposición prolongada a radiaciones o sustancias nocivas, el estilo de vida pueden influir en la información del ADN.
Nuestra información genética son una serie de interruptores que pueden activarse o no en función de lo que nuestro organismo reciba del entorno.
Según Bruce Lipton autor de “La Biología de la Creencia”, los genes no controlan nuestra biología, sino que estos son controlados por factores externos a la célula, incluidos nuestros pensamientos y creencias.
Partiendo de esta idea, nuestro destino no estaría predeterminado de manera inmutable en el código del ADN. Todo aquello que suceda alrededor de la célula desempeñará un papel fundamental.
Si bien es verdad que nada puede producirse en el interior de nuestro organismo a menos que previamente exista esa tendencia inscrita en los genes, nuestras células pueden escoger entre innumerables opciones para crear nuestro estado físico.
Desde nuestra concepción, los estímulos y agentes externos pueden determinar nuestra salud del futuro.
Los cuidados de la madre durante la infancia, sobre todo los primeros meses de vida, pueden definir algunos rasgos genéticos sobre la manera en que el pequeño afrontará su edad adulta.
Según investigaciones realizadas, cuando una persona recibe cuidados y afecto durante la infancia, muestran un comportamiento más relajado y reaccionan de forma normal ante situaciones de estrés en su edad adulta.
Contrariamente, los que no han percibido el mismo afecto o atención tienden a tolerar menos el estrés, mostrando más nerviosismo y menor capacidad para gestionar situaciones estresantes. Esta teoría no es nada descabellada, teniendo en cuenta que para casi todos nosotros, sentirnos protegidos nos aporta calma y seguridad.
El hipocampo es la región de nuestro cerebro que gestiona las emociones y por tanto donde se archiva toda nuestra experiencia desde la más tierna infancia. Pero, además, esta parte del cerebro juega un importante papel en la forma de reaccionar ante situaciones de estrés.
Para responder al estrés nuestro organismo moviliza sus fuentes energéticas para llevar a cabo la acción. Como resultado de ello, secretamos adrenalina y cortisol (hormonas del estrés). Cuando el peligro percibido ya ha pasado, las hormonas disminuyen, el organismo rehace sus reservas y pasa a estado de reposo.
Estas hormonas para cumplir su función de mensajeras deben unirse a los receptores (“cerraduras”) de las células para comunicarles lo que deben hacer.
Cuando las hormonas del estrés, se unen a los receptores adecuados, estos, como intermediarios pueden interactuar con el ADN de la célula y activar los genes implicados en la respuesta a la situación estresante.
Hay receptores por todo nuestro cuerpo y se activan los que son prioritarios en cada situación. Si tenemos que salir corriendo, la hormona del estrés acudirá prioritariamente a los receptores de los músculos de las piernas.
Cuando la situación estresante ha pasado y ya se ha liberado suficiente hormona, los receptores emiten la señal al ADN para que se desactiven los genes implicados.
Los cuidados de la madre a su hijo influyen en la actividad de un gen que produce receptores de cortisol. La presencia de mimos y atención permiten que el gen esté plenamente activo, ocupando su papel fundamental como “termostato” en el control de la respuesta al estrés. En el caso contrario, al permanecer inactivo, no hay ningún termostato que gradúe la respuesta, con lo cual se vive en un estado de constante estrés.
El quinto Chakra; aprender a expresar aquello que somos y sentimos

El quinto chakra se encuentra ubicado en la garganta. Rige las partes del cuerpo que lo rodean, como la garganta, el cuello, la nuca, las cuerdas vocales, la voz, los bronquios, la tráquea, el esófago, la mandíbula, los dientes, las glándulas tiroideas y el oído.
Los problemas de salud asociados a un bloqueo en el quinto chakra son el hipertiroidismo e hipotiroidismo, dolor de garganta, faringitis, afonía, catarros, problemas de audición o zumbidos en los oídos.
Cuando nos duele la garganta, debemos preguntarnos qué nos estamos callando, qué emoción no hemos podido expresar. Si nos sobreviene un hipotiroidismo o la dificultad de tragar, la pregunta que debemos hacernos es qué circunstancia o suceso de mi vida no he digerido o tragado.
En el caso de los problemas de audición o zumbidos, suele ocultarse el miedo. Según la medicina tradicional china, el oído y el riñón forman parte del mismo meridiano, relacionado a su vez con la emoción del miedo. Momentos o temporadas en las que predomina el estrés o el temor podemos notar una falta de audición que afecta a este chakra.
El chakra Vishuddha o quinto chakra, guarda una relación con el tercer y segundo chakra, Cuando la persona tiene retenida alguna emoción o no puede expresarla, seguramente la creatividad está limitada y bloqueada, impidiéndoles disfrutar de la vida desde su esencia y esto le hace sentirse insegura.
Por tanto, cuando alguien presenta un bloqueo en el chakra garganta, es necesario trabajar también el segundo y tercer chakra.
El objetivo de Vishuddha es la comunicación y la creatividad. Sin embargo, el quinto chakra se refiere al hecho de la expresión del ser que somos desde la creatividad, mientras que en el segundo chakra, la creatividad se basa en aprender a disfrutar de la vida.
Su color es el azul en sus distintas gamas: turquesa, celeste o añil.
El azul destaca por ser un color que transmite, inspira, comunica, por ello, muchos expertos en comunicación e inteligencia emocional aconsejan este color para campañas de marketing o logos.
Es el color de la fe, de la confianza. Nos ayuda a escuchar nuestra voz interior inspirándonos.
El sentido relacionado con el quinto chacra es el oído, ya que para comunicarnos es necesario escuchar, pero sobre todo, nos lleva a la escucha de nuestra voz interior, la voz de nuestro ser.
Resumiendo, podemos decir que, a través del primer chakra aprendimos a sobrevivir satisfaciendo nuestras necesidades básicas. Con el segundo chakra podemos aprender a sentir y a disfrutar de nuestra vida en la madre tierra. El tercero nos enseña a autogobernarnos y a través del cuarto nos abrimos a nuestra esencia. Finalmente, con el quinto chakra, Vishuddha, se nos invita a expresar el ser que somos, es decir, podemos transmitir nuestra esencia a través de la comunicación.
Poder emitir nuestra verdad, nuestros criterios y encontrar nuestra voz es la necesidad vital de este chakra. Está regido por las facultades mentales superiores, las que nos aportan la capacidad de observación, de síntesis y de objetividad. A lo largo de nuestra vida, experimentamos con distintas creencias, personas, sensaciones, disciplinas que en conjunto nos ayudan a sacar conclusiones, a discernir desde la apertura mental entre lo correcto y lo incorrecto, creando nuestro propio criterio sobre las cosas.
A fin de cuentas, poder escuchar, expresar o manifestar nuestra verdad interna es el objetivo del quinto chakra.
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