Enfermedades hepáticas y obesidad

El consumo de alcohol, así como una mala alimentación son los principales enemigos de la salud del hígado. La obesidad es una de las enfermedades que ha llegado a adquirir tintes epidémicos en los países más desarrollados. De hecho, un estudio prevé que para el año 2030, la población española contará con 27 millones de obesos o personas con sobrepeso. Por este motivo, se hace necesario ahondar un poco más sobre la problemática del hígado graso y su relación con la obesidad.
¿En qué consiste la enfermedad por hígado graso no alcohólico?
La esteatosis hepática no alcohólica, conocida comúnmente como hígado graso tiene su origen en el exceso de grasa acumulada en el abdomen. Las zonas hepáticas llegan a acumular grasa en personas que consumen poco o nada de alcohol. El motivo no es otro que una mala alimentación. Un hábito poco saludable que puede llegar a ser tan peligroso como el consumo excesivo de bebidas alcohólicas.
En nuestra sociedad, la enfermedad por hígado graso no alcohólico es bastante común. El 20% de las personas afectadas son adultos y el 5% niños. Datos bastante alarmantes si tenemos en cuenta las posibles consecuencias para la salud de esta afección.
¿Qué es lo que causa la enfermedad por hígado graso no alcohólico? Principalmente, estamos ante un síndrome metabólico caracterizado por la diabetes (resistencia a la insulina), colesterol, obesidad e hipertensión. Los especialistas médicos han determinado como causas principales de la aparición de hígado graso:
- El estrés oxidativo. Es decir, el desequilibrio entre las sustancias químicas que llegan a dañar las células hepáticas.
- La producción por parte de las células hepáticas del paciente de proteínas inflamatorias tóxicas.
- La apoptosis o muerte de las células hepáticas.
Riesgos de la esteatosis hepática no alcohólica
Cuando una persona mantiene una mala alimentación por mucho tiempo, la grasa se acumula de tal manera que se produce una inflamación en el hígado. Si esta complicación de la salud no es detectada a tiempo puede llegar a producirse lo que se conoce como cirrosis hepática o muerte de gran parte del tejido hepático.
El hígado graso no alcohólico es una afección que puede llegar a ser reversible, ya que este órgano tiene la capacidad de regenerarse por sí mismo. Si el paciente no toma las medidas aconsejadas por su médico corre el riesgo de:
- Desarrollar hipertensión
- Padecer un accidente cardiovascular.
- Aumento de las probabilidades de padecer cáncer.
- Desarrollar diabetes de tipo 2.
La primera medida para tratar el hígado graso no alcohólico es un cambio radical en la dieta del paciente con el objetivo de perder peso. Se opta por una alimentación equilibrada basada en fibra, proteínas, frutas, verduras, así como carnes y pescados poco grasos. El ejercicio será un complemento obligatorio a esta nueva rutina.
Para comprobar el estado de nuestro hígado podemos utilizar el kit del test de enfermedades de hígado y vesícula biliar, concretamente podremos testar la ampolla de hígado graso o la de cirrosis hepática y biliar, entre otras.
La luteína y la zeaxantina aumentan la potencia cerebral
El rendimiento cognitivo, así como la función cerebral en general pueden mejorarse gracias a la luteína y la zeaxantina. Así lo han confirmado recientes estudios llevados a cabo sobre las propiedades de ambos carotenoides. Estas sustancias están presentes de manera natural en algunos alimentos. Veámos sus funciones y beneficios para la salud.
Propiedades de la luteína y la zeaxantina
La luteína es un pigmento de color amarillento que se encuentra en alimentos como las algas, ciertas frutas, así como verduras y hortalizas. El consumo regular de una dieta rica en luteína nos ayuda a proteger nuestra vista de las agresiones ambientales, así como de la luz solar.
Por su lado, la zeaxantina también es una sustancia de color amarillento. Un carotenoide presente en algas y ciertas plantas o vegetales (espinacas, acelgas, maíz, calabaza, yema de huevo, etc). Su consumo también ayuda a protegernos de las enfermedades oftalmológicas, como, por ejemplo, las cataratas.
¿Qué relación tienen estas sustancias con la potencia cerebral? Muchas personas no se dan cuenta de la estrecha conexión que existe entre el cerebro y los ojos. Cuando un médico observa la retina y el nervio óptico, también está examinando las células cerebrales. Por lo tanto, los niveles de luteína y zeaxantina en la retina están relacionados con los sus propios niveles en el tejido cerebral.
Función cerebral mejorada gracias a la luteína y zeaxantina
Se define la función neurológica de una persona como la capacidad de su cerebro para procesar las señales y estímulos llegados del exterior, así como para llevar a cabo trabajos de procesamiento de la información. Una investigación realizada en el año 2017 concluyó que las personas con mayores niveles de luteína y zeaxantina poseían una mayor eficacia neuronal en cuanto a memoria y aprendizaje se refiere.
Posteriormente, en 2019, otra investigación demostró concretamente en qué áreas se producían esas mejoras de potencia cerebral:
- Percepción espacio-visual.
- Procesamiento de la información.
- Toma de decisiones.
- Coordinación motora.
Esto finalmente se tradujo también en una mejora de la condición auditiva de las personas objeto de estudio. Aquellas que poseían niveles más altos de luteína y zeaxantina, podían detectar señales sonoras con mayor precisión y eficiencia.
¿Cuáles son las cantidades necesarias de luteína y zeaxantina recomendadas?
Para una mejora de la potencia cerebral se aconseja la toma de una suplementación diaria de 10 mg de luteína y 2 mg de zeaxantina . Los grupos estudiados suplementados con luteína y zeaxantina, reflejaron un flujo sanguíneo cerebral mejorado con respecto a aquellos individuos sin suplementación alguna.
En definitiva, ambos carotenoides muestran un rendimiento cognitivo mejorado, así como una mayor eficiencia neuronal.
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