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Oct 22, 2015

¿Puede la kinesiología aplicada regular nuestro reloj interno?

reloj interno

 Al hablar de ritmos biológicos o biorritmos, nos referimos a ese reloj interno que todos los seres vivos poseemos y que nos permite seguir un ritmo constante de actividad para mantener la homeostasis o el equilibrio en el funcionamiento interno de nuestro organismo.

Existe un ritmo diario, semanal y anual que nos regula sin que seamos conscientes de ello. Sin embargo, romper con la regularidad de este reloj interno, puede causarnos a largo plazo, serios trastornos a nivel físico o psíquico.

Personas que por su tipo de trabajo,  viajan a menudo  y  están sometidos a continuos cambios de horario o personas que cambian de turno de trabajo cada semana o cada mes, pueden acabar descontrolando a su reloj interno y dar lugar a ciertos problemas de salud.

Estos trastornos  pueden ser de índole muy diversa; síntomas de fatiga, desorientación e insomnio, desórdenes psiquiátricos y neurológicos, así como trastorno bipolar y algunos desórdenes del sueño, y hasta degenerar en posibles patologías viscerales que a largo plazo pueden conllevar a consecuencias adversas multisistémicas.

Este ritmo biológico nos indica cuándo es momento de reposar y cuando debemos ponernos en marcha, o lo que es lo mismo, cuando debemos dormir y cuando empezar la actividad.

Nuestro sistema nervioso se encarga de detectar los cambios de luz a lo largo del día, dando la orden a nuestra glándula pineal de secretar melatonina al detectar la oscuridad.

Todos los seres vivos, seguimos un ritmo interno. Las plantas abren sus flores cuando amanece y se cierran al oscurecer, retirando gran parte de las sustancias contenidas en sus partes visibles hacia las raíces o a los bulbos durante la noche. Los animales, como por ejemplo las aves migratorias siguen unos ciclos exactos y precisos en sus migraciones anuales.

Así pues, nosotros, también, debemos saber escuchar a nuestro reloj interno, y ofrecernos un periodo de descanso cuando sea necesario. Con ello, recuperaremos la energía consumida y permitiremos que nuestro sistema siga funcionando correctamente.

Y, es que, por mucho que nos empeñemos en forzar nuestra maquina, nuestra energía no es ilimitada y al igual que nuestro coche necesita repostar, nosotros requerimos de un descanso semanal y anual mediante el cual podamos aminorar el curso de incesante actividad y descansemos ya sea física o mentalmente.

Si rompemos este ritmo natural, el cuerpo nos exigirá de una u otra forma que volvamos a él, ya sea mediante la fatiga o mediante alguna patología.

rueda muscular, ritmo biológico de los órganos

La kinesiología aplicada entiende que existe  una relación entre los músculos, los órganos y los meridianos de acupuntura.  Dicha vinculación, nos permite conocer al realizar el test de un músculo concreto, tanto el estado de debilidad o fortaleza de ese músculo como el del órgano y meridiano asociado.

Pues bien, la kinesiología aplicada es una estupenda herramienta para restituir la energía de aquellos órganos y meridianos que han dejado de seguir el ritmo biológico y no están funcionando en simbiosis con el resto de órganos.

El cuerpo en un intento de optimizar la energía disponible y aportar toda la necesaria para cada uno de los órganos, cuenta con el llamado ritmo circadiano periférico o de los órganos. Este ritmo, se refiere al horario natural preestablecido de mayor actividad para cada uno de los órganos de nuestro cuerpo.

Este ritmo circadiano periférico,  es el que da lugar  y sentido a la rueda muscular con la que se trabaja la kinesiología aplicada.

Analía Iglesias (analia@sibuscas.com)

Kinepharma

Oct 15, 2015

¿Para qué personas es recomendable la soja?

Beneficios de la soja

 La soja es una planta de la familia de los guisantes, tiene su origen en Asia y viene siendo utilizada desde hace miles de años. Fue a partir del 1950 cuando su cultivo empezó a tener relevancia a nivel mundial.

Existen tres tipos, la soja verde y la soja amarilla, como las más conocidas y la soja roja o azuki, menos común, pero que procede igual que las otras dos del centro de China y de Corea.

Este alimento vegetal destaca principalmente por su alto contenido en proteínas de buena calidad, quedando por encima de las carnes de habitual consumo.

Consumiendo 100 gramos de soja, estamos adquiriendo 34,74 gramos de proteínas, mientras que si nos comemos 100 gramos de carne de ternera, sólo llegamos a los 20 gramos de proteínas. Por esta razón,  el consumo de soja adquiere tanta relevancia en las dietas vegetarianas, ya sea en forma de legumbre, germinada, como queso (tofu), en aceite o en leche.

La semilla de la planta, o semilla de la soja contiene una hormona similar a los estrógenos, de gran utilidad para la menopausia en mujeres y  andropausia en los hombres.

En esta etapa de la vida, el cuerpo sufre muchos cambios hormonales y uno de los más relevantes es la disminución de los niveles de estrógeno. La soja ayuda a compensar la carencia de una forma natural.

También, es recomendable realizar un test kinesiológico del sistema endocrino para comprobar y conseguir regular estos desequilibrios hormonales que sobre todo genera cierto malestar en la mujer.

Otro gran beneficio de la soja es su alto contenido en fibra. Por cada 100 gramos de soja, se consiguen 20 gramos de fibra, en este aspecto es un gran aliado para muchos problemas de salud:

  • El elevado aporte de fibra contribuye a prevenir o a revertir el estreñimiento.
  • Hace más lento el paso de la glucosa o azúcar a la sangre, no produciendo picos de glucosa que desregulan el nivel de glucosa en los diabéticos. Por  tanto,  es un alimento  muy adecuado para el tratamiento de la diabetes.
  • Reduce los niveles de colesterol y evita la arteriosclerosis.

 Por su contenido en isoflavonas, la soja es un alimento cardioprotector. Es rica en ácidos grasos poli insaturados, es decir, grasas buenas. Se recomienda tomar su aceite a partir de los 40 años pues tiene efectos beneficiosos contra la hipercolesterolemia, ateromatosis, arteriosclerosis, hipertensión arterial, problemas circulatorios e hiperuricemia.

También, es el nutriente más rico en lecitina después del huevo y el sésamo. Desde el año  1952, se descubrió que la lecitina favorecía de manera importante la cura de lesiones cerebrales, y actualmente se utiliza con gran efectividad y éxito en problemas cardiovasculares y del sistema nervioso. Además, contribuye a la limpieza del hígado y a purificar lo riñones.

Con un 23,5% de hidratos de carbono es totalmente recomendable para la dieta de un diabético o de un obeso.

Es muy rica en minerales alcalinizantes como potasio, fósforo, calcio, magnesio, hierro, azufre, flúor, cobre y zinc.

Además ofrece un gran aporte vitamínico al ser rica en vitamina A, B, E, D y K, siendo muy adecuado su consumo en embarazadas, para el crecimiento, para las hemorragias, diarrea crónica o enfermos hepáticos.

Por su bajo contenido en sodio y cloro, la soja, es un buen aliado para las dietas sin sal. Por otro lado, es pobre en almidón, no contiene gluten, ni lactosa, con lo cual es un alimento permitido para celiacos o intolerantes a la lactosa.

Cabe decir, que las semillas de soja son difíciles de digerir, es decir son de digestión larga, y debido a ello, pueden causar flatulencia. Este pequeño inconveniente, no es exclusivo de la soja, sino que es propio de todas las legumbres y se debe a su cubierta celulósica.

Por ello, se recomienda dejarlas en remojo antes de su cocción para que se ablanden un poco, seguidos de una buena cocción. Al comerlas, debemos masticarlas y ensalivarlas bien para facilitar la digestión.

Analía Iglesias (analia@sibuscas.com)

Kinepharma

Oct 8, 2015

¿Tiene efectos benéficos la fiebre?

Fiebre

 La fiebre es un mecanismo de defensa finamente regulado al que nuestro organismo recurre cuando detecta algún factor externo, dañino para nuestra salud.

Cuando nuestra temperatura aumenta debido a la fiebre se producen combustiones por todas partes  y los desechos que se encuentran retenidos en nuestro organismo son degradados y consumidos en forma de energía como vía de eliminación.
Dicho de otra manera, todas aquellas toxinas que hemos acumulado y permanecen incrustadas en nuestro organismo, son degradadas debido a la combustión producida por la elevada temperatura interna.

A menudo, debido a una mala alimentación o al ambiente que nos rodea tendemos a generar toxinas que permanecen en zonas demasiado profundas y que en muchas ocasiones son demasiado grandes y no las podemos eliminar por las vías de evacuación o eliminación normales.
La fiebre permite que estas partículas disminuyan de tamaño, se desincrusten y puedan ser eliminadas.

Por tanto, podemos decir bien alto, que a pesar de los síntomas más o menos agudos que presentamos cuando tenemos fiebre, dichos síntomas forman parte de una reacción benéfica y sabia del cuerpo que nos permite realizar una limpieza y depuración interna.
Tras este proceso natural,  se podría decir que nuestro organismo ha llevado a cabo su “puesta a punto” para seguir funcionando correctamente.

Pero,  ¿qué sucede a nivel anatómico para que la fiebre pueda cumplir su función depurativa?
Pues bien, cuando nuestro sistema inmunológico aumenta la temperatura corporal, nuestro organismo se siente amenazado por el calor excesivo. Para compensar este calor y conseguir mantener su equilibrio térmico, el organismo responde con tres reacciones diferentes.

Vasos sanguíneos

 Por un lado, nuestros vasos sanguíneos se dilatan, es decir, aumentan su tamaño para, de alguna manera, abrirse al exterior y no retener tanto calor.

Al aumentar su tamaño, aumenta el flujo de sangre que pasa a través de ellos, la sangre circula con mayor facilidad, más rápido y al estar en movimiento constante permanece fresca, refrescando a su paso a los vasos sanguíneos.

Esta reacción de los vasos sanguíneos, se produce principalmente en los capilares. Recordemos que los capilares son los minúsculos vasos sanguíneos que conectan nuestros órganos con las venas y arterias principales de nuestro cuerpo.
Así pues, cuando estos capilares se dilatan, la sangre que irriga el resto del cuerpo consigue acceder hasta los rincones más inaccesibles del órgano en cuestión, llevándose consigo las toxinas acumuladas en su interior  para devolverlas a la corriente sanguínea y posteriormente ser eliminadas.
Algunos capilares que permanecían obstruidos por exceso de toxinas, al ser irrigados nuevamente por la sangre, vuelven a funcionar correctamente y quedan despejados para poder hacer llegar de forma óptima los nutrientes necesarios  al tejido orgánico que conectan.

 La segunda reacción, consiste en que la circulación de la sangre se acelera. Tal como se menciona en el párrafo anterior, la sangre va más rápido en un intento por impedir que permanezca demasiado tiempo en contacto con la fuente de calor, refrescando los tejidos sobrecalentados.
Pero esta velocidad, no sólo ayuda a refrescar, sino que además, permite el arrastre de los desechos incrustados en las paredes de los vasos.

 La tercera  y última reacción, la protagoniza nuestra piel, la cual comienza a transpirar más de la cuenta, para que el organismo pueda sacar al exterior el calor acumulado a través de la evaporación. Es decir, sudamos para perder calor y en el proceso eliminamos gran parte de las toxinas.

 Para conocer el nivel de desechos que está acumulando nuestro organismo, en kinesiología es posible realizar el test de toxinas y determinar si es necesario hacer una limpieza de “puesta a punto”.

Analía Iglesias (analia@sibuscas.com)

Kinepharma

¿Qué reacciones provoca el estrés en nuestro cuerpo y qué nutrientes remedian sus efectos?

 Estrés

El estrés es una respuesta automática de nuestro organismo ante circunstancias amenazadoras o desafiantes.

En la prehistoria, el hombre activaba esta respuesta espontanea del cuerpo cuando necesitaba huir de una presa o luchar para defenderse de cualquier peligro que le acechara.
En la actualidad son mucho más diversas las situaciones que ponen a nuestro organismo en alerta, para poder superar las dificultades, pero la reacción orgánica sigue siendo la misma.

Podríamos decir, que el estrés se produce cuando las circunstancias de nuestra vida, superan nuestra capacidad para afrontarlas y le exigimos a nuestro cuerpo un mayor esfuerzo, ya sea de índole física o psíquica.

Lamentablemente, es sumamente difícil, poder llevar una vida libre de estrés en todo momento, siempre hay ciertas cosas que nos pueden llegar a estresar durante el día.

Podemos decir, que existen tres tipos de estrés:

–  Estrés Interno: el que se da en el interior de nuestro cuerpo, a nivel orgánico.

– Estrés externo: es el más conocido, el estrés por causas externas a uno mismo que de repente nos estresan, como el pitido de un coche, o el ataque de un ladrón.

–  Estrés  psíquico: se genera ante situaciones tanto negativas en sí mismas como emocionantes.
Situaciones que generan emociones estresantes, como prepararse para un examen, la llegada de familia que hace tiempo que no ves,  un trabajo nuevo,  o bien, un estrés más negativo, como puede ser no tener trabajo, relaciones tóxicas, etc.

Indistintamente del tipo de estrés que padezcamos, los efectos en los órganos y funciones corporales se dan de forma similar.

Cabe destacar, el corazón y el sistema cardiovascular, como aquellos órganos del cuerpo que más esfuerzo ejercen ante estas situaciones. Pero también, nuestro sistema inmunitario ve reducida su capacidad, debido a que el organismo en una búsqueda de prioridades decide consumir más energía en otras funciones orgánicas que son imprescindibles para superar el peligro o situación estresante. Esto conlleva una disminución de las defensas contra infecciones de cualquier tipo o ante enfermedades diversas.

Adrenalina

En circunstancias de estrés, parte de la actividad del organismo se genera desde las glándulas suprarrenales. La función de ésta glándula es la de regular el metabolismo y mantener el organismo en situaciones de estrés a través de la síntesis principal de glucocorticoides; como el cortisol  y catecolaminas; adrenalina, noradrenalina y dopamina.

–   Los Glucocorticoides, son liberados cuando ciertos estímulos extremos como emociones intensas provocan un estado estresante.  El efecto de su liberación,  no parece ayudar contra el estrés, sin embargo, sí provoca una disminución de las funciones del sistema inmune, impidiendo la fabricación de células que producen los anticuerpos e inhibiendo los procesos inflamatorios que nos protegen de infecciones por virus, bacterias, hongos, etc.

–   La Adrenalina, es una hormona vaso-activa o vaso-dilatadora, secretada en situaciones de alerta que capacita al cuerpo para dar una respuesta rápida ante un peligro.  El aspecto negativo es que cuanta más adrenalina libera la suprarrenal, mayor será el estado de estrés.

–   La Noradrenalina, aumenta el estado de vigilia, agudizando el estado de alerta del individuo, de ahí la dificultad para conciliar el sueño.

–   La Dopamina, promueve el incremento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial.

Por tanto, la glándula suprarrenal, desempeña un papel importante en las situaciones de estrés.

Existen una serie de nutrientes que son útiles para tratar el estrés y para ayudar a los órganos que intervienen en esta reacción.

Las vitaminas A, C y E, minerales como el selenio, germanio, zinc, cobre y manganeso, luchan contra los radicales libres que se producen ante el estrés. Estos antioxidantes se encuentran en los kiwis, ciruelas, tomates, hortalizas de color naranja, amarillo, rojo y verde oscuro, semillas de sésamo, de girasol y calabaza y el marisco.

La vitamina B5, C y el magnesio, son necesarios para el buen funcionamiento de las glándulas suprarrenales.
Por tanto, para ayudar a controlar los efectos del estrés al que nos exponemos diariamente, es importante incluir alimentos a nuestra dieta que contengan estos 3 nutrientes.

–   Alimentos conocidos ricos en vitamina C son el kiwi, los cítricos, las patatas y los pimientos.

–   Alimentos ricos en magnesio están los cereales, hortalizas de hoja verde, el germen de trigo, la soja, las almendras, el bacalao y la caballa.

–   Alimentos ricos en vitamina B5, son los cereales integrales, hortalizas de hoja verde, la carne y los lácteos.

A través de lo que ingerimos damos armas a nuestro organismo para defenderse y mantenerse en estado óptimo. Por tanto, no debemos relegar nuestra alimentación a un segundo término, de ella dependen muchos procesos orgánicos que de no realizarse correctamente ponen en riesgo nuestra salud.

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